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 AMARZAD, EL MAGO FLOR Y LOS CINCO REINOS 

Saïd Alami

En entregas semanales 


(Entrega 14)


18 Mayo 2022


 

……lo cual hacía pensar, según Habib, que esta había llamado también a los brujos de otros reinos y que, probablemente, estuvieran todos tramando alguna conjura en contra del mago Flor con el fin de liberar a los brujos de Qanunistán.

El mago Flor, confirmando los temores de Habib, le dijo que, de hecho, un mago de su clan había llegado la noche anterior de Nimristán y le informó de que los brujos de aquel país habían sido también convocados por Kataziah.

Tras escuchar atentamente a Habib, el mago Flor no paraba de cruzar el salón paseando con las manos enlazadas tras la espalda, muy pensativo. Habib e Hilal estaban pendientes de él y se mantenían en silencio, a la espera de que dijera algo, tal vez alguna conclusión o alguna decisión.

El gran mago estaba sopesando todas las posibilidades que tenía a su alcance para acabar de una vez por todas con Kataziah, el hijo y el hermano de esta. Sabía que acabar con ese trío, encerrándolos de por vida, le permitiría controlar aceptablemente a todos los demás brujos, pues ella suponía una poderosa fuente de maldad y extirparla repercutiría positivamente en todos los demás brujos, además de atemorizarlos y persuadirlos para que no exacerbasen sus prácticas de brujería negra.

Al haber fracasado todos sus intentos de localizar al trío de Kataziah, al mago Flor no le cabía duda de que la bruja y los suyos se escondían necesariamente bajo tierra, dado que era el único sitio al que sus poderes y el de las sortijas no podían acceder. Pero también sabía que Kataziah, desde su escondite subterráneo, tampoco sería capaz de localizar a nadie, así que allí en las grutas permanecía a ciegas.

También sabía que la reunión de los brujos en Qanunistán podría tener resultados nefastos para el sultán Nuriddin en caso de que Qadir Khan decidiera utilizarlos contra su enemigo. No le cabía duda al mago Flor de que Qadir Khan estaba ya enterado de la convocatoria de brujos de toda la región, incluidos los de su propio reino. Efectivamente, Habib se lo confirmó.

Paseando por el salón, pensando en la situación creada por Kataziah, llegó también a la conclusión de que él, Habib e Hilal, además de todos los magos de los que disponía en aquellos momentos, no eran lo suficientemente fuertes como para garantizar ganar una guerra abierta contra Kataziah y su vasta banda de brujos. Sabía que ella había convocado a los mejores brujos y brujas, algunos de los cuales eran tan poderosos como ella misma, aunque ninguno la superaba. También le preocupaba sobremanera que la estrategia de los brujos pasara por causarle algún daño a Amarzad, incluido el rapto, que era lo más probable, lo cual le vendría como anillo al dedo a Qadir Khan y a sus aliados en su plan de doblegar a Nuriddin.

Al cabo de un largo rato de espera, el mago Flor tomó asiento de nuevo. Habib e Hilal permanecieron callados a la espera de que hablase.

—Reconozco que la situación es muy complicada —dijo el mago Flor con semblante serio y preocupado.

Ambos magos sacudieron la cabeza en señal de aprobación. El gran mago les contó todas sus reflexiones y conjeturas respecto a la nueva situación.

—¿Qué pensáis que podemos hacer? —les preguntó de sopetón.

Habib e Hilal quedaron mudos, pues, acostumbrados a que el gran mago tuviera soluciones para cualquier problema, no esperaban que les hiciera esa pregunta. El mago Flor, sin embargo, estaba esperando su respuesta.

—Pues por más complicada que sea la situación, nosotros los venceremos y Kataziah y sus dos familiares serán detenidos —dijo el mago Habib sin que su voz ni su rostro reflejaran plena confianza en lo que estaba diciendo.

—Yo también lo creo así —terció el mago Hilal, también con un tono un tanto inseguro.

—A mí —dijo el mago Flor— no me gusta arriesgarme lo más mínimo, pues no está en juego solo nuestra supremacía, sino la integridad de Qanunistán y de su monarca justo y piadoso, y, sobre todo, la seguridad de la princesa Amarzad. No debemos olvidar que la princesa, además de ser mi salvadora y protegida, es la reina de honor del planeta Kabir.

Al escuchar esto último, ambos, Habib e Hilal, miraron a su superior sorprendidos al haber captado enseguida lo que él había decidido. El mago Flor sacudió la cabeza suavemente repetidas veces mirándolos a los ojos, como diciendo: «Sí, sí, justo lo que pensáis: debemos asumir nosotros mismos la protección del Palacio Real».

 

De Rujistán, reino del tirano Qadir Khan, habían acudido a Qanunistán, convocados por Kataziah, varios brujos encabezados por una tal Jasiazadeh, perteneciente al círculo de amistades del rey Qadir Khan, quien varias veces solicitó sus servicios para que le preparase conjuros de nigromancia contra sus enemigos tanto en su reino como en el exterior.

Jasiazadeh tuvo que informar al rey de su viaje y subsiguiente ausencia del reino que ella misma no sabía cuánto podría prolongarse en el tiempo. Y, por supuesto, tuvo también que ponerle al tanto de los acontecimientos en Qanunistán entre Kataziah y el mago Flor y los motivos que indujeron a la bruja de Qanunistán a convocar esa magna congregación de brujos de su país y de toda la región.

Todo transcurría según había vaticinado el mago Flor. Así, Qadir Khan ordenó a Jasiazadeh y a sus acompañantes que hicieran todo lo posible para introducirse en el Palacio Real de Dahab y asesinar al sultán Nuriddin o a alguien de su familia o incluso a toda la familia si pudieran, ya fuera con las propias manos o mediante conjuros de magia negra o cualquier otro método.

Qadir Khan se frotaba las manos pensando que todos los acontecimientos convergían en su favor para acabar con la familia real de Qanunistán y apoderarse del reino, pues Bahman Pachá había aceptado unirse a él a cambio de casarle con Gayatari y de convertir al nuevo matrimonio en reyes de Qanunistán, obedeciendo siempre la política que les trazaría él mismo.

Ya se estaban llevando a cabo los preparativos de la fastuosa boda que debería celebrarse una vez trascurridos los acostumbrados y obligados cuarenta días de luto desde la muerte de Parvaz. Por esa razón, y para garantizar que Bahman no le traicionase, Qadir Khan había decidido retrasar la invasión de Qanunistán hasta después de la boda. De dejarle a Bahman regresar a su país solo, sin Gayatari a su lado, se correría el riesgo de que el joven se arrepintiera y no llevara a cabo el plan establecido que consistía en que, tras la boda, Bahman y Gayatari iban a regresar a Qanunistán, y una vez allí, Bahman organizaría la conspiración contra el rey, ayudado por sus propias tropas que, desaparecido Parvaz Pachá, debían obedecerle a él. En su euforia traicionera Bahman no descartó ante Qadir Khan que otros nobles de Qanunistán pudieran unirse a su bando contra Nuriddin. Este era el plan previsto por Qadir Khan, a quien no le preocupaba retrasar la invasión todo ese tiempo, tan seguro que estaba de que Nuriddin nada podía hacer ante el poderío de los tres ejércitos que iban a invadir su país.

Así las cosas, Qadir Khan invitó a la boda de su hija a los reyes aliados de Nimristán y Sindistán, así como a otros reyes. En su marcado cinismo, Qadir Khan osó invitar a la boda incluso a sus enemigos, los monarcas Nuriddin y Akbar Khan.

La invitación de Qadir Khan llegó a manos del sultán Nuriddin poco después de otra dirigida a él y a la sultana Shahinaz de parte del propio Bahman, que en su vehemencia no sopesó bien su comportamiento y se dejó manejar a sus anchas por Qadir Khan, su esposa la reina Sirin y su novia Gayatari.

En cambio, Qadir Khan sabía lo que hacía, ya que pretendía con esta maniobra, invitando a Nuriddin, propinar un fuerte golpe a su dignidad, ya que tenía la certeza de que Nuriddin no podría perjudicar en nada a Bahman porque le necesitaba sobremanera a él y a sus tropas ante la guerra que se avecinaba.

La misiva de invitación a la boda enviada por Bahman al rey contenía toda clase de expresiones de lealtad a Nuriddin, junto a otras en las que Bahman decía que no le cabía duda de que «su majestad aprueba mi boda ya que estoy seguro que puede impedir la invasión de nuestro reino por el rey Qadir Khan y sus aliados».

El sultán de Qanunistán no salía de su asombro tras la lectura de las dos cartas ante el cinismo de su enemigo Qadir Khan, cuya invitación no contenía una palabra sobre una posible paz entre ambos reinos por el casamiento del hijo de Parvaz Pachá con la princesa Gayatari, y ante la inusitada desfachatez de Bahman que se atrevía a pactar su casamiento con la hija del enemigo con el que iba a negociar, y, además, sin pedir permiso a su rey y señor.

Por supuesto que Bahman no sabía nada sobre la orden de detención que había sido cursada por Nuriddin ni de las tropas enviadas a la frontera expresamente para apresarle. Tampoco lo sabía Qadir Khan.

Ahora bien, «¿qué hacer con Gayatari una vez apresado su marido?», pensó Nuriddin. Podría apresarla a ella también con lo que obligaría a Qadir Khan a detener su ataque y el de sus aliados. Sin embargo, no veía en sí a ese hombre capaz de secuestrar a una mujer y humillarla con tal de servir sus propios intereses. «No. No soy yo de esta clase de monarcas tiranos, ni lo ha sido mi padre ni mi abuelo», pensaba, llegando a la conclusión de que lo mejor sería devolver a Gayatari a su padre, y ¿quién sabe?, tal vez Qadir Khan al ver tan noble comportamiento por parte de Nuriddin, devolviéndole a su hija, se retractara y recapacitara, absteniéndose de llevar a cabo la invasión. Esta última idea al sultán le parecía muy alejada de la realidad. Pero faltaban aún veintiocho días para la boda, con lo que la invasión no se produciría hasta dentro de al menos un mes, lo cual le daba aún un respiro al sultán de Dahab.

No obstante, Nuriddin no sabía que se enfrentaba a una triple conspiración contra su vida y contra su reino: la conspiración que urdía Qadir Khan y sus dos aliados, la de Kataziah y sus brujos y la de Bahman. Tampoco sabía que los brujos y los espías de Qadir Khan ya estaban instalados en su país, muy cerca de su palacio, y que cada minuto que pasaba aumentaba el riesgo para él y para su familia. Es verdad, el sultán justo y piadoso había tomado toda clase de precauciones, pero eran precauciones contra humanos, no contra poderosos brujos y brujas.

 

                                                                   10. El sultán en peligro

 


Era media tarde cuando el mago Flor apareció de repente en las habitaciones de Amarzad, sonriente y feliz por verla de nuevo. Ella exclamó un sonoro ¡oh! de bienvenida, con su cara resplandeciente de felicidad al ver a su protector.

—Me disponía a llamarte, querido Flor —comentó ella, efusiva, mientras se echaba entre los brazos del gran Mago.

—Ya ves lo rápido que soy cuando me convocas, llego antes incluso de que lo hagas —dijo él alegre, aunque se le veía preocupado, mientras la daba un beso en la frente—. Escucha, hija —prosiguió él—, no hay tiempo que perder. Tienes que comunicar a su majestad que debe tomar toda clase de precauciones ante conspiraciones que se están urdiendo contra su vida y la de toda vuestra familia.

El mago Flor le contó a la princesa todas sus previsiones, temores y acontecimientos acaecidos en Zulmabad que afectaban directamente a Qanunistán.

Ella, en cambio, le contó lo de las dos invitaciones recibidas por su padre para asistir a la boda de Bahman y Gayatari, la orden de detención contra Bahman y el asesinato del príncipe Johar a mano de tropas de Rujistán, antes de iniciar su misión de negociación con el rey de Nimristán. También le contó que su padre había tomado toda clase de precauciones tras conocer la traición de Bahman, pero prometió comunicarle los datos que acababa de recibir de su gran amigo. De repente, ella se dio cuenta de una cosa.

—¿Y cómo le digo a mi padre todo esto? Me va a preguntar que cómo he sabido yo eso que me acabas de contar.

—Puedes decirle que alguien que no conoces pidió verte, te lo contó y desapareció después.

—Entonces mi padre no va creer en la validez de estas informaciones.

—Tranquila, sí que lo creerá —dijo el mago Flor que se había quedado muy pensativo desde que ella le contó lo del asesinato de Johar y el subsiguiente fracaso de su embajada.

Amarzad se dio cuenta del ensimismamiento repentino de su amigo.

—¿Pasa algo? —preguntó—. Te veo preocupado de repente.

—Escucha, hija —respondió él tranquilamente, mirándola a la cara y cogiéndola suavemente de ambos hombros—. Tú sustituirás al príncipe Johar e irás de embajadora a Nimristán —soltó él con gran confianza en lo que decía.

Ella quedó atónita y con los ojos desorbitados al oír aquello.

—¿Qué? ¡¿Cómo?! —empezó a balbucir.

—Sí, tienes plena capacidad de embarcarte en una empresa de esta envergadura. Nimristán es el principal aliado de Qadir Khan y hay que ganarlo alejándolo del tirano. Si Nimristán no entra en la guerra, solo le quedaría a Qadir Khan el ejército de Sindistán como aliado, que posiblemente decida retirarse también de la alianza si ve que el poderoso Nimristán lo hace.

—Pero ¿cómo voy yo a triunfar en una misión en la que el propio príncipe Johar perdió la vida? —preguntó ella como desesperada—. Está claro que Qadir Khan no permitirá que nadie de nosotros pueda llegar a negociar con Kisradar.

—Hija, Johar no era rey honorífico del planeta Kabir, ni tenía tu sortija ni tu collar, ni mucho menos tu corona ni tu vestido —dijo el mago Flor cogiéndola de los hombros de nuevo, mirándola con cariño.

—Entiendo lo de la sortija y lo útil que me puede ser al poder convocarte con ella al instante, pero ¿qué tienen que ver el collar, la corona y el vestido con esta misión? —preguntó ella, esperando que el mago Flor le explicara, por fin, cómo podía emplear esos regalos tan emocionalmente preciados por ella.

—Lo sabrás todo en su justo momento, no te preocupes por ello —respondió el gran mago sonriente e infundiéndola una gran autoconfianza tanto con sus palabras como con su expresiva mirada—. No temas nada. Llevarás a cabo esta misión de la mejor manera posible, no me cabe duda. Puedes pedir que te acompañe Muhammad Pachá, pues él es un visir de larga experiencia, y acaba de participar en otra embajada junto a Akbar Khan, te aconsejará bien.

Ella le miró seria, pero pronto sonrió y sintió un gran entusiasmo por emprender el viaje ya, sin más demora.

—Claro que soy capaz —dijo Amarzad sonriendo y con la cabeza alta—. Puedes confiar en mí plenamente, lo que hace falta es que confíen en mí mis padres.

—Si pretendes convencer a Kisradar ¿no vas a convencer a sus majestades tus padres? —dijo el gran mago bromeando.

De repente, se oyeron voces, gritos y gente corriendo por los pasillos del palacio. El mago Flor cogió a Amarzad de la mano y salieron a toda prisa a ver lo que pasaba. En medio del salón del trono, el caballero de la Guardia Personal del sultán, Burhanuddin, esgrimía aún su espada tras haber herido a…………..

Continuará

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