AMARZAD, EL MAGO FLOR Y LOS CINCO REINOS 

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AMARZAD, EL MAGO FLOR Y LOS CINCO REINOS 

Saïd Alami

En entregas semanales 


Entrega 41 (25 enero 2023)


Entrega 41

……Nosotros descendemos de aquellos brujos que, ante Moisés, y a instancias del faraón  y en su presencia, arrojaron sus bastones, convirtiéndose todos ellos en serpientes en movimiento, y cuando Moisés arrojó el suyo igualmente se convirtió en serpiente, que ante la estupefacción de todos los brujos presentes y del propio faraón, engulló a todas las demás.

Zolfar, al escuchar aquella historia carraspeó sonriente, y evitó mirar a Sases y ni contestarle, arrimándose a Wantuz para susurrarle al oído que Sases de ninguna manera era descendiente de aquellos brujos del antiguo Egipto, porque era hijo de dos padres griegos y así le delataban su blanca tez, su fina, plana y recta nariz, además de sus ojos claros. Wantuz lo miraba de reojo, sin musitar palabra alguna, pero sacudiendo la cabeza para que Zolfar viera que le prestaba atención.

—Pero tampoco hemos venido hasta aquí para hablar de historia, ¿verdad, hermana Kataziah? —continuó Sases jocosamente—. Hoy, hermanos, estamos aquí para aseguraros que estamos con vosotros, los brujos y brujas de Qanunistán y de todos los reinos colindantes. Hay que liberar al mundo de ese Svindex, contra quien luché duramente hace muchos decenios, y de esa Amarzad de la que tanto me han hablado últimamente. Puedo jurar por Lucifer que la próxima batalla contra estos malvados, adoradores de Dios, será la de su aniquilación definitiva, y que no tendrá nada que ver con las batallas libradas contra ellos hasta ahora. Los hechizos y encantamientos de los que somos capaces los brujos de Egipto y Mesopotamia son muy distintos a los de esta región, y son mucho más eficaces y sorpresivos, y con ellos cavaremos las tumbas de esos magos engreídos y estúpidos que aún no se han dado cuenta de la superioridad de nuestra casta.

Kataziah estaba encantada al ver la vehemencia que caracterizaba el discurso tanto de Zolfar como de Sases y no le cabía duda alguna de que los brujos de la India y de China que estaban al llegar tenían el mismo entusiasmo para luchar contra Svindex y Amarzad.

—¿Por qué cree, hermano Sases, que son más eficaces sus conjuros que los nuestros? —preguntó Wantuz haciéndose oír por todos los presentes en la gruta—. Nosotros aquí, como seguro que lo sabe usted, hemos traspasado los límites de lo posible. Mi hermana Kataziah es considerada invencible, y justo por eso, Svindex no la pudo derrotar hasta el momento, aunque la ha perseguido durante muchas décadas. Todo lo contrario, ha sido él quien cayó víctima de los hechizos de mi hermana y le hizo sufrir a lo largo de muchos años.

Kataziah sonreía muy satisfecha por las palabras de su hermano, pues para ella ¿quién era ese Sases como para venir hasta su casa de ella para criticarla y criticar a los brujos de su región? Si no fuera porque los necesitaba en su guerra contra Svindex y Amarzad, ¡menuda lección les hubiera dado al instante a todos esos extranjeros! “¿Qué sabían ellos de los conjuros de los 99 nudos en círculo inventados por ella? ¿Qué sabían de los hechizos de las siete aguas, heredados de sus antepasados bajo el más hermético secreto? ¿Qué sabían de los límites de su sabiduría en la nigromancia?”. A pesar de estos pensamientos, Kataziah deseaba con toda su alma que Sases, Zolfar y todos los grandes brujos que aún debían llegar la superasen a ella en astucia y ciencias ocultas y fueran de verdad capaces de derrotar a Svindex y a Amarzad.

—Lo que fallan no son los conjuros ni los encantamientos y hechizos, no, fallan los métodos, amigo mío —dijo Zolfar a Wantuz con voz alta en apoyo a Sases—, pues nadie duda de la sabiduría extrema de los grandes brujos de esta región, pero lo que creemos los brujos de Mesopotamia y Egipto es que lo que importa es la base sobre la que se levantan estos métodos. Y esa base, según creemos, debe ser la absoluta convicción de la excelencia de lo que hacemos, en su eficacia y en que la victoria será nuestra, se pongan las cosas como se pongan en el curso de la batalla.

Los brujos siguieron debatiendo sus planes, pero sin tomar ninguna decisión, a la espera de celebrar la anunciada asamblea una vez hubieran llegado todos los brujos. Kataziah estaba segura de que los poderosos brujos extranjeros iban a aportar ideas, nuevos descubrimientos en la brujería negra, hechizos infalibles y estrategias. Por eso iba a requerir un tiempo hasta llegar a conclusiones, adoptar decisiones y planes para librar contra Svindex, Amarzad y los suyos la batalla que a todas luces iba a ser la más decisiva y encarnizada de la historia de la lucha entre los brujos del mal y los magos del bien.

 

¿Y acaso el mago Flor, Amarzad, Hilal y Habib y cientos de sus colegas por todo el mundo estaban durmiendo en los laureles o vagando en el limbo ante lo que maquinaban Kataziah, Wantuz, Zolfar, Sases y cientos más? De ninguna manera, sino todo lo contrario. Pues de todos los lugares que iba visitando Kataziah llegaban a Dahab, en unos instantes, los magos pertenecientes a la Hermandad Galáctica de Magos para informar a su jefe, el mago Flor, de lo que acontecía y poner en su conocimiento los nombres de los brujos y brujas implicados en la gran conjura, así como el número de seguidores de los que disponía cada uno de ellos y que iban a trasladarse a Qanunistán para participar en la gran batalla. El gran dilema seguía siendo el lugar donde esos cientos de brujos y lacayos suyos se ocultarían en Qanunistán, pues tanto Kataziah como sus colegas y aliados daban gran importancia a su ocultamiento a los ojos del mago Flor y los suyos, por lo que todos sus traslados, aunque hechos como por ensalmo, se realizaban en las noches de luna nueva o cuando esta se encontraba oculta por las nubes. Y precisamente así han transcurrido las cosas en este mundo siempre, a lo largo de los tiempos, con las fuerzas del mal siempre ocultas, conspirando en secreto contra las del bien, que de ninguna manera necesitan ocultarse, salvo si las del mal se hacen muy dominantes y su tiranía intenta aplastar a toda manifestación de justicia.

El mago Flor pidió a todos sus lugartenientes regresar a sus habituales territorios y esperar sus órdenes.

—¿Cree, señor, que tendríamos que pedir ayuda a nuestros hermanos en el planeta Kabir? —preguntó Hilal al mago Flor, en presencia de Habib.

—No creo, hermano Hilal —contestó el gran mago relajado y sin signo alguno de preocupación en su rostro—. Sin embargo, amigos míos, no nos adelantemos a los acontecimientos, porque luchar contra estos brujos no nos ha sido nunca difícil ni apenas nos ha costado bajas en nuestras filas. Sin embargo, ellos nunca antes habían aunado sus fuerzas, de todos los continentes, para luchar contra nosotros.

—La verdad es que esa Kataziah se está superando a ella misma en su calidad de bruja conjuradora —comentó Habib, con cara algo sombría—. ¡¿Cómo habrá podido convencer a todos estos brujos y brujas de la magia negra en tan poco espacio de tiempo?! Me parece increíble.

—Efectivamente, Habib, se están reuniendo los principales brujos y brujas del mundo entero —dijo el mago Flor—. Lala Wahiba del norte África; la bruja Ashima y su hermano de la India; Sases de Egipto; Zolfar de Mesopotamia; Yang Ho y Hun Lao de China; las hermanas López, del reino de Castilla, y muchos más de otras partes del mundo. Los mejores de entre los más reconocidos nigromantes. Y eso confirma, efectivamente, los poderes de conjuración de Kataziah. Pero es del todo sabido que los malvados suelen ser astutos y tener excelentes poderes para tramar, conjurar, convencer y engañar. Es una máxima universal.

—Esos brujos y brujas que has mencionado, maestro —comentó Hilal—, son de lo más terrible, algunos de ellos son grandes maestros en transmutaciones, y como estos hay muchos más a los que, al parecer, nos enfrentaremos sin remedio.

—Sases el egipcio y las hermanas López son los mejores brujos encantadores del mundo, especializados en el arte de manipular a otras criaturas a su antojo. Pero no son los únicos que dominan este rol satánico, hay muchos más —terció Habib—. Luego hay entre ellos también grandes brujos ilusionistas, capaces de crear criaturas ficticias, como esa Lala Wahiba, que acabas de mencionar, maestro —concluyó Habib—. Yo y los míos nos hemos enfrentado a ella y a los suyos, amargamente, en más de una ocasión.

—A nosotros su conjuración, sus facultades y destrezas no nos amedrentan, por muchos que sean y por muy diversas y poderosas especialidades que dominen —sentenció el mago Flor—. Reconozco que son de lo más peligroso, y no me olvido nunca del infame hechizo de Kataziah del que fui víctima a lo largo de muchos años hasta que Dios me envió a Amarzad y me rescató. Nosotros los superamos en maestría y ciencia, por más que haya entre ellos brujos transmutadores capaces de alterar la composición de la materia, o invocadores de la energía mágica capaces de darle forma.

—Desde luego que sí —musitaron Habib e Hilal casi a la vez—, como avergonzados por haberse mostrado preocupados ante el gran mago, cuando en realidad, ninguno de los dos sentía especial preocupación ante la envergadura de la terrible batalla a la que se veían abocados a librar en breve tiempo.

—Habib, Hilal, nosotros solemos luchar desde siempre con la mentalidad inquebrantable de la victoria —dijo el mago Flor en tono firme—. Y somos obstinados en eso. No permitamos que nos quepa la menor duda de que podemos derrotar al enemigo, por muy poderoso que sea, porque Dios está de nuestro lado contra la maldad y contra los adoradores de Satanás. Esta fe inalterable, o convicción absoluta de que estamos del lado del bien, en contra del mal, es la llave que abre la puerta del tesoro del triunfo y de la victoria, no hay otra. El tesoro se compone de nuestras artes y ciencias mágicas y de nuestra sabiduría, pero ¿de qué nos sirve el más preciado tesoro si no podemos abrir la puerta que da acceso a él? Ellos pueden ganar alguna batalla, como cuando lograron hechizarme, pero nunca ganan la guerra, nosotros ganamos siempre y somos los que dominamos y ellos, los que se esconden de nosotros.

—Somos conscientes de la importancia de cada palabra tuya, maestro —dijo Hilal, mientras Habib asentía con la cabeza—. Nuestra fe absoluta en la victoria, tras disponer todos los factores que llevan a ella, es el motivo de este dominio del que hablas, gran mago.

—De todos modos, conviene añadir que de entre toda esta variedad de brujos y brujas a los que nos enfrentaremos masivamente, y pronto, hay que tener especial cuidado con los adivinadores —dijo el gran mago sosteniendo la mirada con seriedad a sus dos interlocutores—. Los adivinadores pueden anticipar y prevenir nuestros movimientos, por lo que yo veo necesario intensificar la búsqueda de los escondites del enemigo, que seguramente están ocultos en grutas subterráneas cuyas entradas habrán camuflado muy bien. Sin embargo, como son tantos, necesitan cobijarse en varias grutas y cuevas, lo que hace más fácil localizarlos.

—No creo que hayan llamado a tantos y tantos brujos y brujas para librar una batalla convencional contra nosotros —dijo Habib—. Creo que están tramando y planificando para ir por nosotros de distintas maneras y variados hechizos y encantamientos.

—Claro, por supuesto, es lo que han hecho siempre, pues, en realidad, la batalla nunca se ha detenido entre los brujos de esta calaña y nosotros, a lo largo de los tiempos, y ellos nunca han tenido tanto poder como nosotros, principalmente porque estamos en posesión de mucha más ciencia. Sin embargo, sus intenciones, métodos y estrategias de ahora pueden diferir respecto a lo conocido hasta ahora. Pronto sabremos qué es lo que pretenden exactamente y si de verdad plantean una batalla convencional, como nunca ha tenido lugar entre ellos y nosotros. Esa Kataziah está desesperada por la pérdida de su hijo y puede, en su desesperación, que se haya decidido por una batalla convencional, cara a cara, porque habría pensado que si ella y los suyos, utilizando sus métodos y hechizos, individualmente o en pequeños grupos, nunca ganaron la lucha contra nosotros, a lo largo de tantísimo tiempo, quizás tenga mejor suerte y nos derroten en una batalla al uso, tradicional, a campo abierto, en la que la brujería, en sus distintas manifestaciones, sería su arma principal, si no la única.

El gran mago hizo una pausa, miró a Habib y Hilal, que no articulaban palabra para no interrumpirle, al darse cuenta de que iba a retomar el hilo de sus palabras.

—Por supuesto que, al tratarse de magos y brujos, la batalla nunca sería tradicional ni al uso —continuó el mago Flor—, pero estoy seguro de que esta que se avecina será una contienda decisiva  entre la brujería negra y nuestra magia blanca.

El mago Flor pronunció estas palabras últimas como ensimismado y muy pensativo, sin dirigir la mirada a ninguno de sus dos interlocutores, quienes intercambiaban miradas de extrañeza y sorpresa, «¡conque sí, va a ser una batalla a campo abierto!» pensaron ambos al unísono.

 

                          Capítulo 32. Las lágrimas de Burhanuddin

 

Amarzad, tras la colosal explosión del ruiseñor metálico, fue recibida por Burhanuddin, Muhammad Pachá y su tropa efusivamente, con mucha alegría y mucho orgullo. Todos habían sufrido los efectos de la gran explosión, aunque no tan de cerca como ocurrió con los moradores de Zulmabad, como fue el caso del rey Qadir Khan y su propio Palacio Real.

Ambos pachás se abstuvieron de preguntarle nada sobre la manera en que pudo liberarse de esos cientos de miles de pájaros-serpientes, porque sabían que no le gustaba lo más mínimo hablar de ello. Tampoco le preguntaron nada sobre aquella explosión, que tanta preocupación les había provocado acerca de la vida de la princesa, ni cómo se había salvado de la misma. Si Amarzad no decía nada al respecto, ellos se abstenían de hacer preguntas, pues había quedado claro para todos que esa cuestión se había convertido en tema tabú. Sin embargo, tanto Burhanuddin como Muhammad Pachá ya tenían asumido, como tantos otros caudillos y caballeros que participaron en el viaje de ida de la embajada a Nimristán, que la princesa tenía poderes extraordinarios, pero nada sabían acerca de la existencia del mago Flor.

La verdad es que los dos se quedaron perplejos, sin entender el fondo de la cuestión, pero se resignaron y no insistieron. Pero, ¿qué van a decir cuando regresen a casa en Dahab? ¿Qué explicaciones le iban a dar al sultán al que seguramente ya le habría llegado alguna noticia de lo sucedido con Amarzad en las batallas libradas mientras viajaban rumbo a Darabad? Y, de todos modos, aun suponiendo que el sultán no hubiera oído nada sobre esos acontecimientos, cosa poco probable debido a su envergadura y más tratándose de su hija, ¿serían ellos capaces de mentir u ocultar lo sucedido cuando el sultán les pidiese informes sobre su viaje y sobre su misión? Esas dudas asaltaban a ambos pachás y les causaban gran    preocupación.

—¿Qué le vamos a decir de todo esto al sultán y a la sultana, princesa? —dijo Muhammad Pachá mientras los tres cabalgaban juntos de regreso a Dahab con su tropa—. Nos dijo su alteza tras la primera batalla contra los brujos que su alteza misma se encargaría de contárselo todo.

Cuando Amarzad iba a contestar, apareció en la esfera de su sortija milagrosa el rostro del mago Flor, como siempre radiante y sonriente. «Diles que sí que lo harás, que tú te encargarás de tus padres —le comentó su amigo y protector—. Cuando hayáis llegado a Dahab nadie se acordará absolutamente de nada de lo sucedido por tu parte en el curso de la ida y la vuelta. Nadie de los que han presenciado o participado en los hechos. Y tranquila, hija, que tus padres no conocen una palabra sobre este asunto; pues de esto se encargó Hilal en mi ausencia. Nadie volverá a hablar sobre este tema hasta que hayamos liquidado el problema de los brujos de la maldad».

—Al sultán, mi padre, dejádmelo a mí. Yo me encargaré de explicárselo todo —contestó Amarzad a Muhammad Pachá.

El encuentro de Amarzad con su tío, el príncipe Nizamuddin, cuyo campamento militar les pillaba de paso, fue emotivo. La llegada al campamento de Nizamuddin se produjo a última hora de la tarde y tras la cena, ambos, junto a los dos pachás, conversaron tranquilamente sobre lo acontecido en el cielo de la región en la mañana de aquel día, sin que Nizamuddin sospechara en ningún momento que aquella figura femenina que él vio a lo lejos surcando el cielo con un inmenso vestido blanco, una larga melena tocada parcialmente por un largo pañuelo de color blanco que ondeaba cual bandera, antes de ser ocultada por la infinidad de pájaros monstruosos, era, en realidad, su propia sobrina. Conversando con ella, que estaba vestida en aquellos momentos de otra manera y otros colores, Nizamuddin tuvo la ocurrencia de pensar que aquella chica del cielo tenía una silueta muy parecida a Amarzad. «¿No sería ella?», se preguntó en un momento de lucidez, idea esta que desechó de inmediato, riéndose de sí mismo ante semejante disparate. Sin embargo, no pocas veces ocurre que las ideas más desbaratadas que pasan por la imaginación de uno no son en realidad más que hechos reales que uno se niega a creer, porque, a simple vista, carecen de toda lógica. Así, parecía que Nizamuddin no alcanzaba a comprender lo que había pasado en el cielo aquella mañana, aunque quedó claro que le había impactado sobremanera, a él y a sus tropas.

Nizamuddin ya había oído de boca de su hermano el sultán Nuriddin que Amarzad había cambiado mucho últimamente y que su cambio fue repentino, de forma que ahora parecía mucho más madura mentalmente que cualquier chica de su edad. Aquella noche, a lo largo de aquella amena conversación que mantenía con sus huéspedes, el príncipe, que no había tenido ocasión en las últimas semanas de hablar con Amarzad, no dejaba de indagar en la personalidad de su sobrina, admirándose de su cordura y de la certeza de sus opiniones y análisis de la situación que atravesaba Qanunistán, y la región entera, abocada a una guerra de gran envergadura. Le sorprendía muy gratamente la firme convicción de su sobrina de que Qanunistán saldría victoriosa de la contienda que se avecinaba, especialmente tras el éxito conseguido en su misión diplomática en Nimristán. Lógicamente Amarzad no sabía nada, hasta aquel momento, de lo que había dejado tras de sí en Darabad, donde el rey Kisradar y sus dos hijos seguían encarcelados.

Fue al retirarse Amarzad a su pabellón a descansar, cuando apareció ante ella el mago Flor y le comunicó lo acaecido en Nimristán nada más abandonar ella y sus acompañantes la capital, Darabad. Le contó también el fracaso de los nobles, príncipes y caudillos que intentaron recuperar el trono para Kisradar. Sin embargo, agregó que tropas encabezadas por Kasrawan, con Achal y Arka, se acercaban a la capital y eran leales al monarca depuesto, por lo que la lucha por el trono no estaba aún zanjada.

Estas noticias llenaron de tristeza el corazón de la princesa a quien, mientras hablaba el mago Flor, le brotaban las lágrimas de desesperación al comprobar que todo el esfuerzo invertido en la embajada, con todas las vidas que costó, había sido en vano. Imaginó la tristeza que le iba a embargar a su padre al conocer estas noticias. Se sentía hundida como nunca se había sentido en su vida.

—Eso no es propio de la princesa y heredera de la corona de Qanunistán, ni de la reina de honor del planeta Kabir —dijo el mago Flor con tono paternal tomando ambas manos de Amarzad, sentado enfrente de ella y comprendiendo y captando perfectamente lo que sentía y pensaba Amarzad en aquellos momentos—. Nosotros, hija, no nos desesperamos jamás. Y digo nosotros porque no solo formas parte de la Hermandad Galáctica, sino que eres de los miembros más importantes de la misma, pues tus poderes de ahora no son más que el principio y Xanzax tiene grandes esperanzas puestas en ti.

Amarzad, al oír estas palabras, miró a su amigo entre lágrimas, y se dibujó en sus labios una tenue sonrisa mientras empezaba a limpiarse la cara con su pañuelo.

—¿Te desesperas de qué, princesa y reina? —prosiguió el gran mago viendo que sus palabras surtían efecto inmediato en su ahijada—. Tú, hija, Burhanuddin —pronunciando el mago Flor el nombre del joven pachá pausadamente—, Muhammad Pachá y todos los que os han acompañado habéis hecho lo que teníais que hacer y habéis triunfado en vuestra misión; lo que sucedió después no es cosa vuestra, ni de lejos.

Amarzad volvió a sonreír al oír cómo pronunciaba su maestro el nombre de su amado Burhanuddin. Pero esta sonrisa pronto se disipó, dejando tras de ella una cara sombría y triste.

—¿Cómo va a sentirse Burhanuddin cuando sepa lo que ha pasado tras nuestra marcha de Darabad, y que todo nuestro esfuerzo ha sido en vano, así como que han encerrado a sus amigos los príncipes Nuri y Sorush? —se preguntaba Amarzad en voz alta, realmente preocupada.

—Burhanuddin, hija, a pesar de su juventud, tiene una larga experiencia y una inteligencia fuera de lo normal. Sabrá muy bien asimilar todo esto, lo mismo que tu padre, su majestad, el sultán, pues él ya contaba con el fracaso de la misión a Nimristán. Tú superaste sus mejores expectativas y la misión fue exitosa, sin embargo, el fracaso surgió por otros motivos que ni él ni nadie sospechaba. Nadie, hija, puede controlar todo lo relacionado con materializar sus anhelos. El ser humano, hija, tiene la obligación de esforzarse todo lo que puede por alcanzar sus objetivos, pero su triunfo no está del todo en su mano, también intervienen otras personas y un cúmulo de circunstancias que escapan a su dominio. Además, hija, no siempre es beneficioso que alcancemos nuestro objetivo, a veces eso nos perjudica a la larga, lo que quiere decir que en semejantes casos nuestro beneficio radica en el fracaso, aunque esto esté fuera del alcance de muchas mentes.

Efectivamente, tanto Burhanuddin como Muhammad Pachá se sintieron apesadumbrados cuando Amarzad les comunicó lo acontecido en Nimristán. Cuando ambos la preguntaron cómo se había enterado de esta noticia, se limitó a callarse, ante lo que ninguno de los dos insistió. Quedaba la esperanza de que Kasrawan y sus tropas pudieran salvar la situación en Nimristán, cosa de la que estaban pendientes los ayudantes del mago Flor en Darabad, para comunicársela a su jefe. La princesa encargó a Muhammad Pachá poner al tanto a su tío, Nizamuddin, acerca de los últimos acontecimientos en Nimristán.

Continuará…….

 

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